Del mismo modo que basta una bala para apagar una vida, basta una palabra mal dicha, mal expresada, o disparada con malicia hacia una dirección concreta, para silenciar la conciencia crítica de las masas. Para esta amenaza, no existirá más escudo que el fortalecimiento de una conciencia crítica que nos permita ir más allá de lo que denotan las palabras.
El origen del significante (la imagen acústica) del signo ‘desinformación’ lo encontramos registrado por primera vez con la voz soviética ‘dezinformatsia’, publicado en la edición de 1952 de la Enciclopedia Soviética, que se refería a ella para indicar la propagación de información falsa con el fin de crear confusión en la opinión pública, algo de lo que dan fe muchas de las estrategias comunicativas llevadas a cabo por el KGB. Sin embargo, aunque el origen de la expresión apenas cuente con medio siglo de existencia, conocemos referencias al significado de dicho signo que datan de varios siglos antes de Cristo, en donde ya el escritor chino Sun-Tzu afirmaba en su obra El Arte de la Guerra, que el arte supremo y objeto máximo de la guerra consistía en someter al enemigo sin la existencia de combates. De esta forma, tanto el origen de su significante como de su significado se han gestado al calor de la guerra, de una guerra fría en donde la información adquiere forma de metralla para alterar la visión crítica del otro, la conciencia de la realidad enemiga.
Al codificar este molde (des-)informativo a código binario, esta esencia beligerante parece mutar muy poco, hasta el punto de poder afirmar que los cambios en el medio que se han producido con el transcurso del tiempo han transcendido más en la forma que en el contenido, adaptando la misma estrategia a las nuevas plataformas de comunicación. Se podría afirmar que los sucesivos cambios de contenido en el tiempo están íntimamente ligados a estrategias de pulimento en el modo de comunicar, donde la desinformación ha adquirido otras orientaciones de sentido, evolucionando a convertirse en una información técnicamente correcta, aunque con la misma clara manipulación intencionada al servicio de fines partidistas. En este contexto, el individuo debe de posicionarse de un modo crítico ante la noticia, centrando su atención ya no tanto en lo que las palabras denotan, sino en lo que éstas connotan.
La presteza con la que las nuevas plataformas demandan la información, la fragmentación de las audiencias o la dependencia de los medios a una financiación ligada a la publicidad, sólo ha servido para sobrealimentar la comunicación digital con una competencia que se fragua en la creación de la noticia, que se exprime en la línea política que adquiere el medio, y que se vierte en la conciencia del prosumer. Parece que, para muchos, el arte de comunicar en Internet no dista tanto del arte de combatir que promulgaba Sun-Tzu, pues, con el tiempo, en lo único en lo que hemos mejorado ha sido en la precisión con la que disparamos las palabras, y en el alcance del arma que usamos para ello.

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