viernes, 26 de noviembre de 2010

Ante un Nuevo Periodismo que Sea 'Café Para Todos'

“El modelo de negocio queda bastante abierto, aún no se puede conocer con seguridad por dónde andará el futuro modelo de periodismo, pero resulta difícil poder dedicar los enormes esfuerzos productivos que se dedican en la prensa tradicional para conseguir un modelo de prensa que sea café para todos”. Con estas palabras, José Pestano Rodríguez, periodista, docente e investigador en la facultad de Ciencias de la Información de la Universidad de La Laguna, hacía mención a una de las dificultades que se están generando en el seno de las empresas informativas en relación a las perspectivas de negocio que se imponen en el futuro, y cómo éstas tienen que adaptarse a las exigencias de los patrones que vienen marcadas no sólo por el mercado, donde la prensa sigue dependiendo mayoritariamente de los ingresos publicitarios, sino también a las que vienen impuestas por el nuevo modelo de consumidor de información. Según este especialista, que actualmente imparte clases de comunicación social y de tecnología en la comunicación audiovisual en el citado centro, la publicidad no acaba de ser un elemento que defina claramente el modelo de negocio en el entorno virtual, y tampoco parece del todo oportuno el hecho de cobrar por una información en línea, teniendo en cuenta que el lector medio no está acostumbrado al gasto por contenido informativo en la red, mostrándose reticente a pagar por acceder a una información especializada cuando puede acceder a unos contenidos básicos de forma gratuita.

En relación a la actividad del periodista, según la opinión de nuestro experto, el mayor impacto que tiene la tecnología en los flujos productivos, está determinado por la mayor exigencia de preparación que se le demanda al periodista, quién ha pasado de ser un mero redactor centrado en una información de tipo alfanumérico, a tener que ocuparse de cuestiones de contenido iconográfico y digital, suponiendo un mayor compromiso con la información de calidad en la labor periodística. La prensa tradicional vería degradado su contenido si insiste en no actualizarse y prepararse frente a los cambios que se están produciendo. Para José Pestano, la vía de salida de la empresa informativa pasaría por mantener durante un tiempo el modelo convencional que se produce actualmente, respaldado por la fortaleza que han demostrado tener los periódicos más importantes tras digerir un impacto tan grande para el sector como ha sido la crisis de los dos últimos años, a los que todavía les queda una amplia cintura para encontrar nuevas fórmulas, siempre que este modelo tradicional se actualice y se reproduzca en las futuras redacciones multiplataforma, donde tengan cabida nuevos modos de entender y realizar la profesión.

De nuestro encuentro, en el que debatimos profundamente las implicaciones de esta lucha que mantienen los medios tradicionales por adaptarse a los nuevos escenarios que vienen impuestos por los medios tecnológicos,  obtengo como conclusión que una de las principales fortalezas con la que cuenta la prensa tradicional de pago es la capacidad empresarial para producir noticias de calidad, que empleen recursos productivos de gran valor, ya sean recursos humanos (periodistas cualificados) como recursos instrumentales de calidad en el diseño y la presentación de sus productos. Por otra parte, estas circunstancias no garantizan que siempre se pueda mantener este modelo si se produce una fuerte presión temporal que obligue a que los recursos que tiene la empresa para producir esa información de calidad, se desvíen para la realización de una información atomizada, de un carácter más reactivo, y que no esté basada en la investigación o el periodismo científico. En este caso, estaríamos ante el típico periodista de escritorio al que se le suministra una enorme cantidad de información prefabricada desde los gabinetes de comunicación, donde las fuentes serían las que acabaran por escribir los periódicos, en lugar de los propios periodistas, que acabarían trabajando a remolque en función de lo que dichas fuentes les vayan contando. Parece pues, que aún tienen que mejorar muchos aspectos en la prensa tradicional de pago y en la formación del periodista para, ya no sólo adaptarse y transformar su producto a las exigencias mercantiles, sino para satisfacer las demandas de un perfil de consumidor mucho más complejo y exigente



Algunas declaraciones de José Pestano Rodríguez durante la entrevista.

domingo, 14 de noviembre de 2010

Prometeo Encadenado

          ‘¿Hay algo que pueda sorprender en un país donde la luz es eterna?’ Con este interrogante, Mary Shelley introducía uno de los temas principales de su obra ‘Frankenstein’, o también conocida como ‘El Moderno Prometeo’, haciendo referencia a la luz como metáfora del conocimiento y el descubrimiento. De la misma forma que en la mitología griega, Prometeo le roba el fuego a los dioses para entregárselo a los mortales, el doctor Frankenstein le roba a la naturaleza (o a Dios) el secreto para crear vida, encerrado metafóricamente en una criatura monstruosa, un ser que no hace sino recordarnos que el saber y el conocimiento en nuestras manos puede convertirse en un arma de doble filo, en objeto de nuestra creación y, al mismo tiempo, de nuestra destrucción. Siempre he considerado la tecnología como un posmoderno Prometeo, una especie de ente ajeno a nuestra constitución humana que le ha robado a la naturaleza la chispa de la creación para iluminarnos en la senda del conocimiento y el descubrimiento de todo este universo inexplorado en el que habitamos, y que, al mismo tiempo, puede acabar siendo un elemento distorsionador de nuestra realidad, el vacío que nos deje alienados en ese mundo inhóspito y desconocido que parece estar conquistado ya por las máquinas.

          Sin llegar a ser fatalistas, pienso que el futuro de la tecnología queda en manos de lo que hagamos a partir de ahora con los ordenadores y con la tecnología, constituyendo nuestra responsabilidad con el papel fundamental que jugarán éstos en nuestro modo de comunicarnos con la realidad y con los demás seres humanos con los que convivimos. Durante las últimas décadas, hemos intentado que las máquinas puedan llegar a poder competir con la mente humana en una partida de ajedrez, pero hemos alcanzado el punto de no retorno en el que puede que ya sea imposible que nuestras capacidades intelectuales puedan ganarle a la CPU de los ordenadores más potentes, generados a partir de nuestras necesidades, de la energía de nuestras mentes, las mismas que pierden contra ellas jugando al ajedrez. Puede que el ideal de los ateos que piensan que el hombre ha creado a Dios a su imagen y semejanza (y no al revés) tenga, al menos, algo de verdad cuando hablamos de las máquinas. El futuro de las relaciones humanas es incierto, y es indudable que el control de las máquinas sobre dichas relaciones jugará un papel fundamental en las formas de comunicación de las próximas décadas. Una vez que hayamos cruzado el umbral de la era digital, puede que nos encontremos en la misma situación que Victor Frankenstein frente a la criatura que él mismo inventó, y que va destruyendo una a una, cada una de las cosas que él desea, o como el mismísimo Prometeo, condenado por Zeus a pasar la eternidad encadenado en el Caúcaso, hacia donde un águila se dirigiría sólo con el fin de comerse su hígado. Siendo Prometeo inmortal, el hígado le crecería cada noche para que el águila pudiera comérselo de nuevo al día siguiente. Puede que el ser humano se haya encadenado con los cables de la tecnología, pero será el uso que hagamos de la misma lo que permitirá usar ese fuego como metáfora de la lumbre que ilumine el conocimiento del mundo que nos rodea, o lo que acabe por quemarnos con el objeto de nuestra creación.



Escena doblada al italiano de la película 'Mary Shelley's Frankenstein' dirigida por Kenneth Branagh en la que  Victor Frankenstein hace que Elizabeth regrese de entre los muertos a través del método con el que dio vida a la criatura. Elizabeth se da cuenta de que su nueva forma de existir transmuta su propia identidad y decide acabar con esa existencia alternativa. Esta escena no aparece en la novela original de Mary Shelley.